(Por Raúl H. Von Der Thusen) El lunes 21 de octubre, Río Grande amaneció más silenciosa. Falleció Oscar Domingo “Mingo” Gutiérrez, y con él se fue una parte de la voz que contaba quiénes somos. Su nombre no era ajeno a nadie, periodista, historiador, escritor, concejal, director de cultura de la Municipalidad de Río Grande, locutor y, sobre todo, vecino ilustre apasionado por la historia y las raíces de esta ciudad. Su vida entera fue una forma de agradecimiento a Río Grande.
Nació el 28 de marzo de 1953 en Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. Llegó muy joven a Río Grande, cuando la ciudad aún estaba en formación, con calles de ripio, barrios incipientes y una comunidad que se construía entre el viento y el esfuerzo. Esa primera imagen de la estepa fueguina lo marcó para siempre. Desde entonces, Mingo dedicó su vida a registrar las voces de los que levantaron esta ciudad, a rescatar historias que el tiempo empezaba a borrar y a ponerle nombre y contexto a cada pedazo de nuestra identidad colectiva.
Su trabajo en la radio fue una verdadera obra cultural. En LRA 24 Radio Nacional Río Grande desarrolló decenas de programas y entrevistas que hoy son parte de la memoria sonora de la ciudad. Conversó con antiguos pobladores, trabajadores, docentes, pioneros, artistas y vecinos anónimos, rescatando en cada uno la historia que da sentido al presente. Lo hacía con paciencia, respeto y una calidez que convertía cada testimonio en un acto de justicia con la memoria.
También tuvo un profundo compromiso con la gestión pública. Fue concejal de Río Grande y director de cultura de la municipalidad, siempre impulsando políticas vinculadas al patrimonio histórico, la identidad y la difusión de la cultura local. En 2013 fue reconocido como Ciudadano Ilustre de Río Grande, una distinción que recibió con la humildad de quien no trabaja por los homenajes, sino por convicción.
Como escritor, Mingo supo unir la historia y la literatura. En su libro Cuentos de MalaNoche, publicado en 2024 por la Editora Cultural de Tierra del Fuego, volcó relatos donde se mezclan la memoria, la nostalgia y la esencia fueguina. En esas páginas se respira el amor por esta tierra y sus personajes cotidianos, esos que él sabía mirar con ternura y profundidad. También fue autor de títulos como La Candelaria (1988), Los Selknam, ausencias y presencias (1999) y Hasta el próximo recuerdo (2012), todos dedicados a mantener viva la identidad del sur y sus protagonistas.
Su trayectoria incluyó además la creación y participación en instituciones culturales, entre ellas la Fundación Poética de Río Grande, nacida en 1989, desde donde promovió encuentros, publicaciones y talleres. Mingo creía en la cultura como una herramienta para unir a la comunidad y darle sentido al paso del tiempo.
Tuve la oportunidad de visitarlo algunos días antes de su partida. Lo encontré atravesando problemas de salud, pero con la misma pasión y lucidez de siempre. Me impresionó verlo hablar, con tanto entusiasmo, sobre la ciudad, su historia y los proyectos que aún soñaba concretar. A pesar del cansancio, seguía pensando en Río Grande y en cómo preservar su legado. Sentí, en esa conversación, una profunda preocupación suya por el destino de todo su material, por la posibilidad de que ese tesoro cultural quedara a resguardo para las próximas generaciones. Esas palabras, llenas de amor por su obra y por esta tierra, me conmovieron profundamente. Por eso, asumimos el compromiso de trabajar para que su archivo se conserve y se convierta en un patrimonio accesible para todos los fueguinos.
Esa visita me dejó una certeza: no podemos seguir esperando a que los homenajes lleguen cuando ya no pueden escucharse. Debemos reconocer en vida a quienes dedican su tiempo, su talento y su pasión a construir la memoria de nuestra comunidad. Agradecer, acompañar y valorar no cuesta nada, pero deja huellas profundas.
La memoria no se conserva sola.
Necesita políticas públicas que la cuiden, escuelas que la enseñen, archivos que la preserven y vecinos que la valoren. Necesita continuidad, presupuesto y decisión. Si una ciudad olvida su historia, pierde también una parte de su alma.
Hoy, Río Grande le debe a Mingo algo más que gratitud, le debe la continuidad de su tarea. Que su legado inspire a nuevos cronistas, docentes, historiadores y artistas que sigan contando lo que somos. Porque una ciudad que recuerda se fortalece; una ciudad que olvida, se debilita.
Oscar “Mingo” Gutiérrez fue, y seguirá siendo, una referencia de la identidad fueguina. Un hombre bueno, generoso, que entendió que la historia de un pueblo se construye día a día, con nombres propios, con trabajo, con memoria. Que su voz, esa que tantas veces escuchamos por radio, siga resonando como una guía para las nuevas generaciones.
Hoy su voz se apagó, pero su legado nos habla con más fuerza que nunca. Ojalá aprendamos de su ejemplo a mirar a nuestro alrededor y reconocer a quienes, silenciosamente, dedican su vida a mantener viva la historia. Porque valorar a los que aún están entre nosotros es también una forma de honrar a los que ya partieron.
“Ojalá me alcance la vida para devolver lo mucho que la vida me ha dado.”, Oscar Domingo “Mingo” Gutiérrez.










